Pequeña, modesta y olvidada se encuentra Soledad en la cima de la montaña más chica de la nación. En Soledad no existen grandes héroes ni leyendas locales y si las hay se han ido perdiendo con el paso del tiempo porque en Soledad todo se olvida.
Los pocos habitantes, quienes por cierto no se conocen, pasan sus días creándose una identidad porque han olvidado la suya y la anterior a esa. Una vez satisfechos se van a la cama y al despertar no recuerdan dónde viven, a que se dedican e incluso llegan a olvidar sus propios nombres. Los grandes edificios nunca fueron terminados pues la obra nunca era recordada por los obreros pues a la mañana siguiente no recordaban nada.
Los grandes equipos deportivos nunca compitieron porque después del primer día, nadie regresaba a entrenar. Los grandes negocios quebraron pues después de la inauguración, olvidaban volver a abrir. Los periódicos no publicaban pues los reporteros no acudían a las noticias que nunca había.
Así, cada mañana que pasa en Ciudad Soledad, los habitantes respiran nostalgia. Nostalgia de grandes historias que contar, de anécdotas que recordar, de amores que disfrutar, de festejos y de aquellos días de gloría que nunca tendrán...
Borrego,