casa, me detengo unos minutos en la central del Sur (Tasqueña) para comprar mi
ticket de autobús con dirección a la CAPU.
Tal cómo cada segundo viernes,
compré mi boleto con el lugar 28, junto a la ventana. La única diferencia con
los demás viajes, fue el horario, pues al no tener que llegar temprano –puesto que
Necaxa jugaba en sábado- decidí viajar un poco más tarde: 6:36 de la tarde.
De la terminal, subí al metro y
me fui a comer, preparé mi maleta y regresé a la terminal con 15 minutos de
ventaja, entré al mismo anden 16 de toda la vida, subí mi maleta al camión y al
intentar abordar el autobús, me encontré con un hecho bastante curioso cómo
molesto: El chofer me negó la entrada bajo el argumento de que el camión ya
estaba lleno.
Cómo respuesta a mi no muy
educada forma de preguntar, el chofer me explicó que el sistema de la terminal
se había caído y que no se estaban respetando horarios ni lugares, cuestión que
me hizo hervir de coraje, puesto que fui a comprar mi boleto con 3 horas de
antelación, precisamente, para evitar irme en el camión de las 7:10.
Después de hacer que bajaran mi
maleta del autobús que estaba a punto de irse, una señora bastante impresionada
por mi excelente pronunciación en francés, se acercó con el supervisor para
hacerle notar algo que era bastante obvio: El joven de pelo chino y barba con
pinta de vago estaba molesto pues no le respetaron su garantía de viaje.
A su vez, el supervisor le hizo
notar al chofer de las 7:10 que yo estaba (muuuuuuy) molesto y se acerco para
hacerme la pregunta que, a titulo de opinión personal, se me hace la más
estúpida que me hayan realizado jamás: “Joven ¿Qué ya quiere viajar?”.
Nótese que para ese momento en
especifico, el coraje se me había disminuido en una cantidad impresionante e
incluso me encontraba platicando con una señora que sufría lo mismo que yo,
cuándo llegó el chofer con su pregunta inteligente, cuestión que me hizo
encabronarme una vez más: Era lógico que ya quería viajar y quería hacerlo
desde las 6:35 cómo lo indicaba mi boleto y de eso ya habían pasado casi 20
minutos.
No se me va olvidar la cara de
sorpresa que puso el chofer cuándo le conteste que su pregunta era bastante
estúpida y qué por su puesto que ya quería viajar, argumentó que él no tenía la
culpa de lo que ocurría y qué el me llevaría con gusto a Puebla, qué sería el
primero en abordar el siguiente camión, tal como ocurrió después.
En efecto, el no tenía la culpa
de que el sistema se hubiera caído ni tenía la culpa de que el anterior chofer no
hubiera respetado los lugares de los que habíamos comprado boletos con
anticipación, sin embargo, su pregunta me hizo enojar más que el hecho de
perder media hora de mi vida en la terminal de autobuses. Tampoco tuvo la culpa
de haber sido el pobre diablo encargado de acercarse a mí para recibir mis furiosas
quejas (en español, Inglés, francés y búlgaro), sin embargo, sentía la imperiosa
necesidad de hacer lo que mejor sé hacer: Quejarme.
Tal vez exagere mucho, sin
embargo, conseguí saltarme una fila de por lo menos 50 viajeros en espera y fui
el primero en abordar el camión, conseguí el mejor lugar disponible (el 28) y
de todas maneras llegué a las 11 de la noche a la terminal de Puebla, debido a
un accidente de vehicular bastante fuerte. El plan original decía que llegaría
a la Angelópolis alrededor de las 8:30 de la noche, pero otra vez perdí tiempo
de mi vida, esperando mi camión en la terminal del ADO.